Descripción
NO SIN NOSOTROS. LA APORTACIÓN MILITAR ESPAÑOLA A LA VICTORIA ALIADA EN LAS CAMPAÑAS DE 1811 Y 1812 DE LA GUERRA PENINSULAR (3ª ED.) VOLUMEN I (TEXTO)
Arsenio García Fuertes
ÍNDICE
VOLUMEN I
PRÓLOGO, por Francisco Carantoña Álvarez, 13
INTRODUCCIÓN, 21
CAPÍTULO I. EL GRAN OLVIDADO. EL EJÉRCITO ESPAÑOL EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA, 25
Estado de la cuestión, 25 – El Ejército Real Español al comienzo de la Guerra de la Independencia, 30 – Organización y fuerza del Ejército Real Español, 34 – La infantería, 40 – La artillería, 43 – La caballería, 44 – Las academias militares, 47 – La intendencia y sanidad, 49 – Los mandos y las tácticas. Las incompletas reformas militares de Manuel Godoy, 53 – La estrategia. La escuela prusiana y el concepto ofensivo, 56 – El levantamiento patriota y el ejército: revolución y guerra, 61 – El Ejército Español en campaña, 66 – Las campañas de 1809: esperanzas y nuevas derrotas. Batallas y asedios, 72 – El comportamiento táctico del Ejército Español en combate (1808 – 1809), 75 – Enseñanzas y autocrítica de los mandos españoles, 79 – Conclusiones al capítulo I, 81 – Índice de Ilustraciones, 87.
CAPÍTULO II. MUERTE Y RESURRECCIÓN DEL EJÉRCITO ESPAÑOL. APRENDIZAJE Y REFORMAS. EL EJÉRCITO ESPAÑOL EN 1812, 89
La creación del cuerpo de Estado Mayor, 95.
CAPÍTULO III. LAS ACCIONES OFENSIVAS DEL VERANO DE 1810 TRAS LA CAÍDA DE ASTORGA EN MANOS FRANCESAS. LA TOMA DE PUEBLA DE SANABRIA POR LAS FUERZAS ESPAÑOLAS Y PORTUGUESAS, 99
Índice de Ilustraciones, 111.
CAPÍTULO IV. EL ORIGEN ORGÁNICO DEL 6º EJÉRCITO. LA 4ª DIVISIÓN DEL EJÉRCITO DE LA IZQUIERDA EN 1810, 113
La creación del 6º ejército, 116 – Un precedente desastroso, el combate de El Puelo, en Asturias, del 18 de marzo de 1811, 118 – Índice de Ilustraciones, 121.
CAPÍTULO V. EL EJÉRCITO IMPERIAL FRANCÉS EN EL NOROESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA ENTRE 1811 Y 1812, UNA MISIÓN IMPOSIBLE, 123
Las tierras llanas de León y la importancia estratégica de Astorga, 123 – Índice de Ilustraciones, 125.
CAPÍTULO VI. LOS PRECEDENTES A LOS ARAPILES: EL VERANO DE 1811. LA CAMPAÑA DEL 6º EJÉRCITO AL MANDO DE JOSÉ MARÍA DE SANTOCILDES SOBRE LEÓN, 127
La situación política y militar en el noroeste de la Península entre 1810 y 1811. Las conflictivas relaciones del capitán general Nicolás Mahy y la “Junta Superior de Subsidios, Armamento y Defensa del Reino de Galicia”, 127 – El cese de Mahy y los nombramientos de Javier Castaños y José María de Santocildes, 134 – El 6º ejército pasa a la ofensiva. La evacuación francesa de Asturias y de Astorga, 143 – La acción de los Altos de Cogorderos, 23 de junio de 1811, 147 – Consecuencias de la acción de Cogorderos: el carrusel del Orbigo (julio y agosto de 1811), 152 – La contraofensiva francesa hacia el Bierzo: las acciones de Manzanal y Riego de Ambros, 156 – Campaña militar y propaganda: el águila que no lo fue, 160 – Índice de Ilustraciones, 165.
CAPÍTULO VII. EL CONTEXTO HISTÓRICO DE 1812 EN EUROPA Y EN LA PENÍNSULA. LA CAMPAÑA RUSA DE NAPOLEÓN EN EL CONTEXTO DE LA GUERRA DE ESPAÑA, 167
El papel estratégico de los valles del Duero y del Tajo y el frente secundario de León, Asturias y Galicia en el marco de la guerra peninsular. Ejércitos contendientes en España en 1812, 168 – Generales enfrentados en el noroeste de España 1812, 169 – Índice de Ilustraciones, 183.
CAPÍTULO VIII. MANDOS Y PLANES ESTRATÉGICOS Y POLÍTICOS ENFRENTADOS. LA DIFÍCIL ALIANZA HISPANO BRITÁNICA FRENTE A FRANCIA, 185
Directrices del Consejo de Regencia en 1812 y el reforzamiento de la alianza con Gran Bretaña, 185 – Índice de Ilustraciones, 189.
CAPÍTULO IX. LA ACTUACIÓN DEL COMISIONADO BRITÁNICO, EL CORONEL HOWARD DOUGLAS, COMO ENLACE DEL GOBIERNO BRITÁNICO Y DE ARTHUR WELLESLEY, ANTE LOS 6º Y 7º EJÉRCITOS ESPAÑOLES ENTRE 1811 Y 1812, 191
Biografía y personalidad de Howard Douglas, 191 – Howard Douglas en el inicio de la Guerra de la Independencia y la campaña del general John Moore, 193 – La misión encomendada por Wellesley a Douglas en el noroeste de la Península, 195 – La llegada de Howard Douglas al noroeste de España. Las intrincadas relaciones británicas con las Juntas, los mandos militares y las guerrillas españoles, 197 – La situación operativa del 6º ejército a ojos del mando militar británico, 202 – La actuación británica en el apoyo a las guerrillas del norte de España, 205 – Índice de Ilustraciones, 208.
CAPÍTULO X. EL 6º EJÉRCITO 1811-1812. LOS GENERALES Y LAS JUNTAS SUPERIORES DE LEÓN Y GALICIA, 209
El común fenómeno de la deserción en los ejércitos durante la Guerra de la Independencia, 215 – La “Junta Superior de Subsidios, Armamento y Defensa del Reino de Galicia”, 1810-1812. Origen, funcionamiento y valoración, 225 – La “Junta Superior del Reino de León”, 1810-1812. Integrantes y funcionamiento, 230 – La campaña invernal del general Abadía sobre León. El primer apoyo a la ofensiva de Arthur Wellesley sobre Ciudad Rodrigo. Enero de 1812, 240 – Siguen los conflictos con las Juntas. El cese del general Abadía (febrero-marzo de 1812), 253 – La oposición británica al envío de refuerzos a América. El papel del comisionado Howard Douglas, 260 – La toma de Badajoz por Arthur Wellesley (abril de 1812), 265 – Santocildes vuelve a tomar el mando del 6º ejército, apresurada reorganización, 268 – Planes para la ofensiva aliada y el asedio de Astorga por el 6º ejército, 269 – Organización y efectivos del 6º ejército en la primavera de 1812, 274 – El espionaje militar español en León y el valle del Duero. Juan López de Fraga, 278 – Índice de Ilustraciones, 288.
CAPÍTULO XI. ASTORGA, PLAZA IMPERIAL. LA VIDA BAJO LA OCUPACIÓN FRANCESA, 1811 – 1812, 289
Astorga a comienzos del siglo XIX, 289 – Astorga, plaza fortificada por l’Armée de Portugal (agosto de 1811 – junio de 1812), 293 – Astorga, capital de prefectura, 312 – Índice de Ilustraciones, 316.
CAPÍTULO XII. EL 7º EJÉRCITO GUERRILLERO DEL NORTE DE ESPAÑA, 317
Introducción, 317 – Los orígenes del 7º ejército. La división de vanguardia cántabra, 318 – La rebelión y motín de las fuerzas de Renovales y su destitución del mando (febrero-mayo de 1811), 331 – La formación de las grandes partidas guerrilleras del norte de España, antecedentes organizativos (1808-1810), 335 – El general Gabriel de Mendizábal y la creación del 7º ejército. El triunfo organizativo del gobierno y los regulares españoles. Los vitales suministros británicos, 346 – Juan Díaz Porlier y Gabriel de Mendizábal (mayo-diciembre de 1811), 351 – Prosigue la organización del 7º ejército. Año de 1812, 374 – Índice de Ilustraciones, 381.
CAPÍTULO XIII. PLANES Y OPERACIONES ALIADOS PREVIOS A LA OFENSIVA SOBRE ASTORGA Y EL DUERO, (ABRIL DE 1812), 383
Introducción, 383 – Auguste Marmont y l´Armée de Portugal frente a Arthur Wellesley. Un mariscal y un ejército imperial aislados, 386 – Índice de Ilustraciones, 394.
CAPÍTULO XIV. LA OFENSIVA ALIADA DE 1812: EL 6º EJÉRCITO AMENAZA ASTORGA Y EL VALLE DEL DUERO Y LA CAMPAÑA BRITÁNICA DE LOS ARAPILES, 395
Introducción, 395 – El mes de mayo. Preparativos españoles, 397 – El mes de junio. El asedio. Los asedios en las guerras napoleónicas, 400 – El mes de julio. Arapiles, 419 – Howard Douglas regresa del 7º al 6º ejército, 431 – La batalla de los Arapiles, 22 de julio de 1812, 459 – La retirada del valle del Duero de l´Armée de Portugal, 467 – El mes de agosto. Capitulación francesa en Astorga y avance aliado sobre Madrid, 479 – Contraofensiva francesa y capitulación imperial en Astorga, 498 – El fracaso de la expedición del general Maximilien Foy, 520 – El destino de los prisioneros franceses, 525 – Los desastres de la guerra, Astorga, agosto y septiembre de 1812, 529 – Conclusiones al segundo sitio de Astorga, 535 – Índice de Ilustraciones, 543.
CAPÍTULO XV. EL DECISIVO APOYO DEL 7º EJÉRCITO ESPAÑOL A LA OFENSIVA DE WELLESLEY SOBRE EL DUERO, 545
Objetivo esencial: la fijación de l’Armée du Nord y el aislamiento del mariscal Marmont y l´Armée de Portugal, 545 – La actuación del comisionado Howard Douglas con las guerrillas del norte de España, 545 – Orden de batalla del 7º ejército en diciembre de 1812, 553 – Índice de Ilustraciones, 579.
CAPÍTULO XVI. ARTHUR WELLESLEY Y EL FRACASO DE LA CAMPAÑA DE BURGOS. EL APOYO REGULAR DE LOS 5º, 6º Y 7º EJÉRCITOS ESPAÑOLES, 581
La ofensiva aliada y el sitio al castillo de Burgos, 581 – La retirada hacia el Duero y Portugal, 588 – La defensa del castillo de Alba de Tormes, 592 – Conclusiones a la campaña de Burgos, 594 – Reorganización de los ejércitos españoles y el fin orgánico de los 6º y 7º ejércitos, 597 – Santocildes solicita el relevo, noviembre de 1812, 601 – Índice de Ilustraciones, 602.
CAPÍTULO XVII. CONCLUSIONES. LA APORTACIÓN DE LOS REGULARES DEL 6º EJÉRCITO Y LOS GUERRILLEROS Y CUERPOS FRANCOS DEL 7º EJÉRCITO A LA VICTORIA ALIADA, 603
Acuerdos y conferencias de paz, 606 – Índice de Ilustraciones, 612.
APÉNDICES, 613
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES DOCUMENTALES, 655
ÍNDICE TOPONÍMICO, 687
ÍNDICE ONOMÁSTICO, 695
ILUSTRACIONES (EN EL VOLUMEN II)
PRÓLOGO, Francisco Carantoña Álvarez [1]
La conmemoración del segundo centenario de la Guerra de la Independencia estimuló la publicación de artículos y libros –algunos nuevos, otros reediciones–, la celebración de congresos, pero no abundaron las obras sobre los aspectos estrictamente militares del conflicto. El magno trabajo de Arsenio García Fuertes constituye una notable excepción. En sus páginas no faltan referencias a las juntas de León y Galicia, que permiten conocer mejor la difícil relación de estas instituciones con los militares, pero su objetivo es el estudio de las operaciones bélicas de los años 1811 y 1812 en el noroeste de España. Ese sería motivo suficiente para subrayar su interés, pero lo acrecienta la importancia de la intervención de los 6º y 7º ejércitos en un momento decisivo de la contienda y la amplitud y novedad de las fuentes que utiliza.
Este no es, en sentido estricto, un libro de historia regional. La provincia de León tiene en él un papel destacado, pero el ámbito geográfico de su estudio se extiende hacia Galicia, Castilla e incluso Extremadura y Asturias. Su objetivo fundamental es analizar el desarrollo de las campañas que permitieron el avance de Wellington, la victoria aliada en los Arapiles y el giro de la guerra en el año 1812. Aun así, permite conocer mejor lo que sucedió en una amplia zona que, debido a que Galicia y parte de Asturias y León permanecieron de forma estable en manos españolas desde el comienzo del verano de 1809, resultó decisiva para el mantenimiento de la resistencia e impidió que los franceses se sintiesen seguros en el valle del Duero.
Trabajos como este son los que pueden sustentar las obras de síntesis. A pesar de las muchas historias locales, provinciales y regionales que se han publicado sobre este periodo en los dos últimos siglos, a veces poco rigurosas o escasamente originales, sigue habiendo muchos temas abiertos a la investigación –el levantamiento, la guerrilla, las juntas, la vida cotidiana bajo la ocupación o en las zonas liberadas, la dimensión real del “afrancesamiento” o el apoyo al sistema bonapartista en las pequeñas localidades–, que exigen estudios de detalle sobre ámbitos relativamente reducidos. Solo así se conocerá realmente cuáles son los tópicos o mitos que habría que desterrar o podrán sustentarse de forma sólida nuevas formas de analizar un proceso tan complejo y con tantas variables como el de la guerra y revolución que vivió España entre 1808 y 1814.
He insistido en varias ocasiones en el relativo olvido que existe sobre ese amplio territorio del noroeste que estuvo durante casi todo el conflicto, salvo unos meses de 1809, en manos de la resistencia contra la ocupación francesa. Sigue siendo frecuente que se afirme que en 1810 solo Cádiz quedaba como reducto de los rebeldes en la España peninsular. A veces se recuerda a Cartagena y Alicante, pero ensayistas y autores de síntesis, incluso de obras de historia regional alejadas del noroeste, se olvidan de Galicia, Asturias y León, probablemente porque no se produjeron allí grandes batallas, pero este libro pone en evidencia que no solo en ellas se ganó o perdió la guerra, incluso que su curso dependió de la influencia de las acciones “menores” que impidieron que el ejército francés pudiese concentrarse para atacar en superioridad a los aliados.
El autor sostiene la importancia de la acción de los ejércitos españoles en la derrota de Napoleón. Es también habitual, no solo en la historiografía británica, que se atribuya a Wellington y sus tropas el papel decisivo en la victoria. Es innegable su protagonismo en Talavera, Ciudad Rodrigo, Badajoz, Arapiles y Vitoria, pero nunca hubieran podido ganar la guerra ellos solos. Tampoco hubiera sobrevivido la resistencia española sin la ayuda material, la protección de la flota y la intervención directa del ejército británico –sin olvidar la participación de los portugueses– y la liberación de Portugal fue decisiva para que se produjese la de Galicia y Napoleón se sintiese permanentemente amenazado desde el oeste.
La guerra la ganaron los ejércitos regulares aliados, pero esa victoria se vio facilitada por la actividad de la guerrilla –también sobre ella ofrece interesantes datos este libro– y el rechazo de la inmensa mayoría de la población a la ocupación. Hubo colaboracionistas, cundió la desmoralización con las derrotas y la prolongación del conflicto –la deserción es una consecuencia–, pero en ningún sitio como en España le resultó imposible a Napoleón organizar una administración con partidarios locales. José I nunca tuvo un ejército y, con frecuencia, ni siquiera una policía integrada por españoles –salvo los comisarios y algunos agentes, no excepcionalmente dobles o inseguros–, la Constitución de Bayona nunca pudo aplicarse. Aunque hubiese algunos millares de josefinos honestos y convencidos, fue una guerra de resistencia contra la ocupación. Finalmente, tampoco puede olvidarse que, en 1812 y 1813, la retirada de tropas francesas a causa de la invasión de Rusia y las derrotas posteriores facilitó las cosas a los aliados.
El discurso patriótico, simplificador y muchas veces propagandístico o simple exaltación de heroísmos mitificados –locales o nacionales–, de parte de la historiografía tradicional explica la revisión que se ha producido en los últimos años, pero esa necesaria renovación de perspectivas no debe conducir a la creación de otro tan alejado de la realidad como el anterior.
Arsenio García Fuertes lleva años publicando libros y artículos, participando en congresos y, en resumen, investigando sobre la guerra de la Independencia. Esta obra, sustentada sobre un ingente trabajo con fuentes directas, es, en cierto modo, la culminación de esa labor, aunque el autor es lo suficientemente joven como para que se pueda aventurar que no supone un final. Lo que sí está fuera de duda es que se trata de una notable aportación al conocimiento de la Guerra de la Independencia. La difícil reconstrucción del ejército regular español, las complejas relaciones de los militares con las autoridades civiles, los errores y aciertos de los principales mandos del ejército y las rivalidades que los debilitaron, las juntas, la guerrilla, la intervención británica –con el detallado estudio de la actividad de Howard Douglas–, son muchas las cuestiones que aborda con nuevas fuentes e información hasta ahora desconocida.
Francisco Carantoña Álvarez
[1] FRANCISCO CARANTOÑA ÁLVAREZ es, sin ninguna duda, uno de los mayores especialistas del periodo rotulado por la historiografía como “Crisis y disolución del Antiguo Régimen (1808-1883)”, etapa en la que se enmarca la Guerra de la Independencia y los primeros episodios de la revolución liberal en nuestro país. Doctor en Historia por la Universidad de Oviedo –con una pionera y reconocida Tesis sobre el decurso de la Guerra de la Independencia y el inicio de la revolución liberal en Asturias– es profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de León, secretario primero de la revista Alcores, patrono de las fundaciones Sierra Pambley y Foro Jovellanos del Principado de Asturias y miembro del FEHME. Su ingente y rigurosa obra le ha convertido en un referente obligado para acercarse al estudio de lo acontecido en la provincia de León, también en el conjunto del país, en el primer tercio de nuestro más que contradictorio y apasionante Ochocientos.
INTRODUCCIÓN del autor
“España no lidia por los Borbones ni por los Fernandos; lidia por sus propios derechos, originales, sagrados, prescriptibles, superiores e independientes de toda familia o dinastía. España lidia por su religión, por su constitución, por sus leyes, por sus costumbres, sus usos, en una palabra, por su libertad […] ¿No sabrá vivir sin Rey y gobernarse por sí misma? ¿España no sabrá mejorar su constitución sin auxilio extranjero?”
(Melchor Gaspar de Jovellanos, 1808)
“Os digo que España será la primera nación del continente que hará frente a Napoleón con una guerra popular. Aunque sus nobles estén envilecidos y su gobierno sea despreciable, el pueblo aún tiene sentido del honor, sobriedad y odio a los franceses”
(William Pitt, primer ministro británico, 1805)
Es conocido, y aceptado, que los seis años, a lo largo de los que transcurrió la Guerra de la Independencia (llamada “Guerra de España” por los franceses y “Guerra Peninsular” por los británicos), fueron la palanca del cambio que dio inicio en España al final de un mundo que dejaba paso a la contemporaneidad del liberalismo decimonónico.
Entre 1807 y 1808 Bonaparte jugó hábilmente con sus piezas, dando jaque mate a las dinastías de Borbón y Braganza en la Península Ibérica. Con lo que nunca contó (ni él ni todas las cortes europeas) fue con que, privados de sus reyes y piezas principales, los peones se negaran a dar por perdida la partida, se rebelaran y comenzaran una larga lucha.
El noroeste peninsular fue uno de los campos de operaciones principales del primer año de guerra y vería el paso de ejércitos españoles, franceses y británicos, incluso la llegada del mismo Bonaparte a Astorga el 1 de enero de 1809. Sin embargo, tras la fallida campaña de John Moore y la expulsión de los ejércitos imperiales, mandados por los mariscales Soult y Ney, del norte de Portugal y de Galicia en la primavera de 1809, esta zona de la Península se convertirá en un frente secundario del conflicto hasta 1813.
Los poderosos aliados británicos harán de Portugal y su capital Lisboa, la base logística de sus operaciones peninsulares, centrando su eje de avance en España, a partir de 1811, sobre Extremadura y Salamanca.
En el noroeste de España (Galicia, Asturias, León, y Zamora) las tropas españolas allí destacadas (sucesivamente renombradas como “Ejército de Galicia”, de la “Izquierda” y, finalmente, “6º Ejército”) se convertirían, a partir de 1810, en el imprescindible flanco norte del ejército aliado anglo lusitano de Arthur Wellesley hasta 1813.
El eje estratégico principal de este decisivo conflicto peninsular (en la historia de las guerras napoleónicas) se libró entre los valles del Tajo y del Duero y la frontera portuguesa. Wellesley, luego de tres años de intensa lucha (desde Vimeiro a Torres Vedras), lograría expulsar por tercera vez a los franceses de Portugal, iniciando, entre 1811 y 1812 la ofensiva final sobre un territorio español que, en enero de 1812, había visto alcanzar hasta el límite de su dominio a los ejércitos imperiales con la toma de Valencia.
Como decimos, el conflicto se libró y decidió, a nivel estratégico, al sur del valle del Duero. Esta zona era la puerta de entrada a Portugal desde España para el ejército imperial (y viceversa para el ejército aliado de Wellesley; el único capaz de lograr victorias decisivas de carácter estratégico que pudieran desequilibrar el dominio bonapartista sobre la Península). Esta zona y estos ejércitos son los que, tradicionalmente, se han llevado el peso del interés historiográfico y editorial en el conocimiento militar de esta guerra.
En el resto de frentes de guerra, a lo largo y ancho de España, el ejército español, (obligado a combatir, dividido y aislado, por líneas exteriores en siete pequeños cuerpos de ejército) realizó, a partir de 1810, una tenaz guerra de movimientos y desgaste con pequeñas operaciones (la única posible con los medios disponibles), que, sin embargo, lograría fijar a la mayor parte de l’Armée de Espagne (con efectivos, a lo largo del conflicto, entre los 250.000 y 300.000 hombres), en operaciones secundarias de control del territorio y comunicaciones, impidiendo la concentración de su vasta fuerza, la cual hubiera, sin duda, logrado batir a Wellesley, expulsando a los británicos de la Península y decidiendo, así, la guerra en ella a favor de la causa napoleónica.
Derrotado estratégicamente, entre 1808 y 1809, el ejército regular español (muy inferior al francés), junto con los nuevos contingentes armados, agrupados en el fenómeno conocido como “guerrillas”, tuvieron que renunciar a una guerra clásica de movimientos ofensivos de la escuela prusiana (en la que habían sido educados los generales y mandos españoles). La alternativa fue la mencionada guerra defensiva, de erosión y desgaste constante contra las fuerzas imperiales, sobre todo en la periferia peninsular, pues los franceses dominaron enseguida, a partir de 1809, su centro geográfico (Madrid y las dos Castillas). Con ello los imperiales lograron, a partir de 1810, la gran ventaja estratégica de poder operar y combatir por líneas interiores, es decir, tener en rápida comunicación a todos sus cuerpos de ejército que podían ser apoyados y reforzados, ventajosamente, ante los intentos de ofensiva españoles y anglo lusitanos sobre cualquiera de los frentes de batalla periféricos. Algo que no podían hacer, por ejemplo, los españoles.
El esfuerzo militar español durante el conflicto se vio también condicionado por la conflictiva dialéctica entre el poder militar y el poder civil, supeditado el primero al segundo (representado por las Juntas, las Cortes y el Consejo de Regencia), que asumiría la dirección de la guerra (en sus inicios caótica y descentralizada) y el precario sostenimiento económico del gran esfuerzo militar desarrollado entre 1808 y 1814, con sus aciertos y graves desencuentros.
Dichos frentes de batalla de los siete ejércitos españoles se convertirían en “frentes secundarios” a nivel estratégico, pero imprescindibles a nivel operacional y táctico, pues de ellos dependía la inmovilización de la mayor parte de los contingentes imperiales, su desgaste, y con todo ello, la única posibilidad estratégica de que, a partir de 1811, y, sobre todo, de 1812 (en el contexto de la invasión napoleónica de Rusia, y el debilitamiento, que ello supuso, para la continuación del esfuerzo militar imperial en España), el ejército anglo lusitano de Wellesley, el único que a nivel operacional y táctico podía batir en una campaña de batallas clásicas decisivas estratégicas, a las fuerzas imperiales, pudiera pasar a la ofensiva.
Ofensiva aliada de Arthur Wellesley contra uno de los dos ejércitos imperiales que operaban en el occidente peninsular, l´Armée Sud del mariscal Soult que ocupaba la Andalucía occidental, o l´Armée de Portugal, al mando del mariscal Marmont, que se desplegaba entre la frontera portuguesa y el valle del Duero.
Para lograr este éxito estratégico, evitando que los otros cuatro ejércitos imperiales (Norte, Cataluña, Aragón y Centro) pudieran concentrarse en su socorro, era imprescindible el papel activo de los siete ejércitos y guerrillas españoles.
En este trabajo abordaremos y se demostrará, en su caso, cómo entre 1811 y 1812 (este último, el año en que cambió el curso del conflicto), la aportación militar española fue imprescindible para que Arthur Wellesley desarrollara, con libertad y éxito, sus planes ofensivos estratégicos sobre el valle del Duero; planes y operaciones que llevarían a la gran victoria de los Arapiles (22 de julio de 1812), a la liberación de Madrid (el 12 de agosto) y a la ofensiva final, fallida, hasta Burgos (septiembre – octubre).
En esta decisiva aportación militar española, este trabajo de investigación se va a centrar en el papel desempeñado por el 6º y 7º ejércitos al mando de los generales José María de Santocildes y Gabriel de Mendizábal. El primero amenazará, en el verano de 1812, la retaguardia de l´Armée de Portugal del mariscal Marmont (precipitando una ofensiva prematura sobre Wellesley, el cual pudo combatir, gracias a ello, en igualdad de condiciones en los Arapiles), mientras que el segundo (formado a partir de la amalgama de las fuerzas guerrilleras del norte de España situadas entre los vértices que van de Irún a Santander, y de estos puntos a Burgos y Pamplona), amenazaría y disputaría, de manera constante y efectiva, el principal eje de comunicaciones imperiales entre Francia y Madrid, obligando a Napoleón a tener que destinar a su defensa a todo un ejército francés al completo, l´Armée du Nord.
El 7º ejército guerrillero español, además de atraer sobre sí, durante más de tres años, al doble de fuerzas francesas de sus propios efectivos, ayudaría también al éxito de los Arapiles imposibilitando el auxilio de l´Armée du Nord a l´Armée de Portugal. El 7º ejército, salvaría, además, de un desastre al ejército aliado de Wellesley cuando éste, tras su fracaso ante el castillo de Burgos, hubo de emprender una precipitada retirada invernal hacia Portugal en octubre de 1812.
Los imperiales perderían la guerra en la Península Ibérica (amén del contexto estratégico europeo que se vuelve contra Bonaparte a finales de 1812), porque fueron incapaces de concentrar su esfuerzo militar sobre el eje estratégico principal que eran los valles del Duero y del Tajo sobre la frontera portuguesa. Allí era donde, en verdad, se jugaba la victoria y la derrota en la guerra.
Esa imposibilidad imperial de concentración de fuerzas, favorable a los aliados, fue posible, sólo y gracias, al ejército regular y a las guerrillas españolas (por este orden), y en especial, merced a los 6º y 7º ejércitos españoles.
Arsenio García Fuertes
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