Descripción
EN LA SOMBRA, EL VERBO (Nota del editor)
La poesía de Felipe J. Piñeiro no se esconde. Tampoco consuela. Cáncer, Opus Sinistrum es un viaje sin máscaras por la carne del dolor y el desconcierto. Cada verso es un escalón descendente hacia lo humano más crudo, donde el lenguaje se retuerce hasta volverse cuerpo: herida, exilio, vómito, ternura.
Este libro no narra un proceso clínico. Narra una fractura existencial. La enfermedad, aquí, no es solo oncología: es metáfora del mundo, del vínculo fallido entre los hombres, del sistema que devora, del alma que supura. El “opus sinistrum” que da nombre al título no es una composición cerrada: es una sinfonía rota, ejecutada por un cuerpo que desafía su descomposición para seguir diciendo.
Felipe no escribe con la tinta del lamento. Lo hace con la de la furia ética, con la dignidad del que ha visto la mirada de la parca y ha decidido no bajar la suya. El poema “Esa mirada” no necesita glosa: es el testimonio de quien ha contemplado la fragilidad absoluta en los ojos de un padre —y ha hecho de ese instante una imagen universal.
Y sin embargo, entre tanta sombra, hay luz. En “Del ayer” habita la memoria que aún tiembla, la caricia ya extinta, el jardín al que le suenan los huesos. En “Del hoy” resiste el sueño de un mundo mejor, aunque la soledad lo enturbie. Y en “Cáncer”, finalmente, el verbo se vuelve testamento: hay versos que son gritos, versos que son ruegos, y versos que —como sucede solo en los poetas verdaderos— se convierten en estancias para quienes ya no encuentran casa.
Este libro no invita a una lectura tranquila. Invita a leer con el cuerpo encendido, con la conciencia en llamas. Como editor, como lector, como testigo, me inclino ante esta obra. No por su belleza, que la tiene, sino por su honestidad abrasiva. Porque en estos tiempos de retórica hueca, de estética impostada, Felipe J. Piñeiro ha escrito con sangre lo que otros apenas susurran con tinta.
La poesía —si merece ese nombre— no se escribe para gustar. Se escribe para decir lo que nadie quiere escuchar. Y este opus sinistrum, hermano del silencio, enemigo del adorno, ha cumplido su propósito.
Que el lector lo lea. Que lo viva. Que lo recuerde cuando también él se acerque al borde.
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