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El Archiduque Alberto y Felipe III. Una soberanía bajo tutela

Descripción

UN TÍTULO, UNA IMAGEN, UN AUTOR Y UNA EDITORIAL

Hugo O´Donnell y Duque de Estrada

“El Archiduque Alberto y Felipe III. Una soberanía bajo tutela”, es uno de esos enunciados conseguidos, “redondos”; completos y perfectos en su rotundidad. En su acierto, permite al lector identificar la materia sin circunloquios y saber hasta qué grado le interesa, e, incluso, facilita la labor de catalogación del bibliotecario hasta el detalle: tema, subtema, relaciones… También revela una toma de posición del autor respecto al hecho y etapa históricos y, como tales, polémicos o susceptibles de serlo. Excelente presentación temática con la que vincula al lector con el contenido.

La ilustración de la portada no es accidental ni baladí, sino escogida y significativa. En ella aparece Alberto de Austria, convertido en el personaje principal del relato; sacado del relativo ostracismo en que lo ha venido manteniendo la historiografía. Es ya el príncipe seglar para el que Felipe II tenía grandes proyectos, como señaló Carlos Coloma: Le querían para algo más que para arzobispo de Toledo.

Frans Pourbus el Joven lo pintó recién casado, recién soberano por dote matrimonial, en atuendo militar de riquísima armadura de acero pavonado y decoración floral, lacerías y cartelas de trofeos caladas en oro, al estilo milanés. Arnés tan rico, como el que regalara a su joven cuñado, el rey de España, con motivo de la boda valenciana de éste, en 1599. Cubriendo el cuello, extraordinaria gola lisa, triple, civil y masculina, de encaje de Bruselas, de su capital, bandera autóctona definitoria, como también lo eran, y no menos ricas, las de los burgueses de los Staten-Generaal. Sobre las clavículas, el toisón, o mejor dicho, un toisón, que Felipe II no quiso renunciar en perjuicio de su descendencia primogénita el gran maestrazgo de la Orden, anexo al ducado nominal de Borgoña. Aunque en el acta de cesión de 1598 renunció a los territorios de los Países Bajos y Condado de Borgoña y sus títulos, a su favor y mancomunadamente con su esposa, el magnánimo rey mantuvo este honor para sí.

Es Alberto como soldado ideal, prototipo y paradigma, como lo fueron antes Juan de Austria, Farnesio y Saboya, sus parientes próximos, generales de España, retratados de parecida manera. Es el nuevo adalid que reconociera Lope: (…) Yo seguiré tus armas, y la pluma/ osaré levantar hasta tu espada,/aunque como otro Dédalo presuma…

Prudente en el empleo de la guerra como instrumento político, tal fue su prestigio militar, que consiguió que se unieran a su ejército más de 3.000 veteranos amotinados y, a partir de 1607, desapareció esta lacra habitual. Fue tan buen soldado que amó sobremanera la paz, como expresó su epitafio en sus honras fúnebres de Santa Gúdula de Bruselas: “Pulcrumestclarescereutroque”. Sí, ciertamente es hermoso destacar tanto en paz como en guerra, como consolidador de la Contrarreforma y artífice del bienestar, la industria y el arte que dimanaron de la primera. Vencedor, ante todo, de sí mismo, muerto este prócer y ausente de Flandes Ambrosio Spínola siete años después, se iniciaría un periodo gris, de ausencia de grandes capitanes.

Este retrato de Pourbus II, arte áulico centrado en plasmar la grandeza y los intereses políticos, es mucho más expresivo aunque menos conocido que otros, como el de Rubens y Jan Brueghel. Ojos claros de bondad, más que de energía, tez sonrosada, barba rubia recortada, grandes entradas de frente… parecen añadir bastante más a una personalidad que ha sido tildada de casi tan reservada, tan “taciturna”, como la de Guillermo de Orange-Nassau, fallecido una veintena de años antes. Figura a la que el nuncio pontificio calificara de príncipe impenetrable, tan grave de gestos y maneras como Felipe III, pero con prestancia natural, lejana de la afectada e infatuada del Rey.

El autor de este libro, el embajador José Ignacio Benavides, ha probado ya con gran éxito sus armas en la palestra histórica. A unas primeras “Relaciones España-Inglaterra en los reinados de Felipe III y Felipe IV”, siguió su “Milicia y diplomacia en el reinado de Felipe IV. El marqués de Caracena”. En la primera, ya esbozó las premisas que iba a desarrollar en la segunda y que responden, de la forma ya indicada en el propio título, a la pregunta de si el mandato archiducal, ejercido en vida principalmente por el cónyuge masculino, supuso un ejercicio verdadero del poder o estuvo mediatizado de tal forma por España, encarnada por Felipe III, que no puede hablarse sino de un mero protectorado.

Coincidiendo con las investigaciones y publicaciones del autor, Luc Duerloo, profesor de la universidad de Amberes, ha editado “Dynasty and Piety. Archduke Albert (1598-1621) and Habsburg Political Culture in an Age of Religious Wars” (abril, 2012). Curiosamente, el profesor belga subraya un supuesto alto nivel de autonomía disfrutado por el régimen archiducal que se reflejó en una influencia decisiva en varios eventos cruciales y en un gran dinamismo político. Evidentemente, son dos formas de contemplar la botella. Duerloo, combina todos los elementos que le permiten hablar de “Political Culture”. Para él y para muchos, estamos hablando del germen de la nacionalidad belga. Incluye también ese asombroso programa, –cultural en general y artístico en particular– la gloria del “Barroco Flamenco”.

En el rigor de lo histórico, sin duda hay que darle la razón mayor a un español que estudia los archivos extranjeros y los compara –rara avis–. José Ignacio Benavides, investigador riguroso, es documental y analíticamente apabullante en cada ocasión. Su juicio, es certero hasta en lo anímico y personalizado.

Alberto aparece, sin ocupar un segundo plano de consorte, como pieza importante del ajedrez europeo, pero no cabe duda de que actúa cuando y como le dejan los intereses, tanto dinásticos, como “españoles”. Él pretenderá valerse preferentemente de un  gobierno-consejo constituido por autóctonos y una representación exterior del mismo carácter, que despertará las suspicacias españolas durante trece años.

Felipe III y el grupo de poder que no acaba de resignarse a la desmembración que supuso la dote, ni a dejar de imponer criterios propios, son los antagonistas. Su oportunidad de actuar la origina las carencias económicas y militares del que se pretende asentar como nuevo estado. Los agentes reales, diplomáticos y militares, le arrebatarán muchas ocasiones para la acción propia en ambos aspectos. Sin embargo, una figura colocada inicialmente para esta misión, Ambrosio Spínola, acabará por convertirse en uno de los mayores valedores de Alberto y de su corto legado pacifista.

La presencia de embajadores, nuncios y artistas áulicos, no podrá ocultar la realidad de una política dependiente a la postre. Esa corte “nacional” que para el cardenal Bentivoglio, era más alegre, más agradable, a causa de la mayor libertad del país y de la mezcla de naciones que allí se encontraban, como acredita en sus “Memorie”, no pasó de ser un escenario.

El libro que ahora presentamos es pues, por definición: complementario, minoritario, especializado; razones que, añadidas a la fundamental: el acierto en el tratamiento y la aportación científica, lo convierten en aconsejable para todos y de obligada lectura y referencia para muchos. Por lo que se refiere a sus destinatarios, su mérito es cualitativo, mientras que son sus límites, cuantitativos. Límites que se diluyen y ensanchan gracias a un lenguaje de valor literario, sencillo y asequible, ausente de dificultad o de complicación; como debe ser la comunicación escrita de la Ciencia. La Didáctica al servicio de la Historia, lo cual, constituye el arte –la artimaña si se quiere– de despertar el interés y la curiosidad; de atraer para transmitir.

Unas palabras finales para la editorial AKRÓN & CSED, que ha querido seguir asumiendo valientemente riesgos en un país en el que, en palabras de otro editor, más poderoso, pero menos generoso: pocos leen, y de Historia, nadie. Por tanto, ¡gracias!

 

Hugo O´Donnell y Duque de Estrada.

Duque de Tetuán

De la Real Academia de la Historia

El Archiduque Alberto y Felipe III. Una soberanía bajo tutela

Autor José Ignacio Benavides
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Editorial CSED

José Ignacio Benavides

José Ignacio Benavides

José Ignacio Benavides (Madrid, 1941)

Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense, realizó estudios complementarios en la Universidad de Edimburgo y en la Escuela de Funcionarios Internacionales de Madrid. En 1965 ingresó en la Escuela Diplomática con el número uno de su promoción. En 2007 fue ascendido a la categoría de Embajador de España.

Durante su carrera ha servido en las Embajadas de España en Londres y Luxemburgo, y en los Consulados Generales en Caracas, Nîmes, Montpellier, Bruselas y Andorra así como en el Ministerio de Asuntos Exteriores donde fue Director de Cooperación Científica Internacional y Subdirector de la Escuela Diplomática. Durante varios años fue funcionario en el Comité Económico y Social de las Comunidades Europeas como Director de la Comunicación.

Aficionado a la historia, de la que se define como un modesto aprendiz, es autor de un libro sobre las "Relaciones entre España e Inglaterra durante los reinados de Felipe III y Felipe IV" (Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, 2011), y de "Milicia y diplomacia en el reinado de Felipe IV. El Marqués de Caracena" (Editorial Akron, 2012).

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