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Gaudí, la forja de un genio

Descripción

Cuando aquel novel arquitecto catalán descendió al andén de la Estación de Ferrocarril de la para él idílica ciudad de Astorga, no imaginaba que su vida iba a cambiar tan drásticamente. Quien se apeaba del tren proveniente de León, un día caluroso de verano, en el año del Señor de 1888, era un joven altivo y peripuesto, amante de los placeres mundanos; y no el personaje huraño, desastrado y devoto de la penitencia de sus últimos años de vida. Aquel proverbial celibato y adusto carácter tendría mucho que ver con el traumático rechazo de una de las pocas mujeres que le inspiraron el amor terrenal, Pepeta Moreu.

Lejos estaba de ser «el arquitecto de Dios» cuando llegó a la Asturica Augusta, calificada por el historiador Plinio de ciudad magnífica y, no obstante, sería el aspirante a desentrañador arquitectónico de los misterios de la Obra Divina. La Naturaleza, tal como la conoció Gaudí, era una creación divina cuyas leyes preciso era escudriñar para así prolongar «la obra» del Creador. Su idealismo, un tanto utópico, cedería paso a un sentido del orden y profesión de fe, mientras que sus ojos –el espejo del alma– de un azul intenso, al correr del tiempo habrían de pasar de la incondescendencia visionaria de los iniciados, a la intensa mirada y reciedumbre de los profetas.

Previo al estado de agitación interna recibió el encargo del obispo Juan Baptista Grau i Vallespinos (clérigo ilustrado que había sido nombrado prelado asturicense por el Papa León XIII y que, siendo natural de Reus, circunstancia muy esencial, eligió para la reedificación de su futura morada, a quien tenía por paisano), pues siendo este vicario general de Tarragona había conocido al joven arquitecto en 1879, cuando inauguró el altar de la capilla de las monjas de Jesús-María de aquella localidad, y «creyó en el genio, aún inédito, de un arquitecto que estaba trabajando en las obras de la cripta de la Colonia Güell y en el ábside del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia».

Más de un lustro transcurrió Gaudí al frente de las dos obras más emblemáticas de su primera tendencia neogótica. Si bien la Casa de Botines en León pudo llegar a buen puerto y ser finalizada –no sin grandes dificultades y mayores controversias–, no sucedió lo mismo con el Palacio Episcopal de Astorga, pues la nave del destino quiso que la inesperada muerte del obispo Grau, en Tábara, el 18 de septiembre de 1893, propiciara que el atribulado arquitecto presentase su renuncia irrevocable ante la Junta Diocesana, en una misiva enviada desde León. Partió hacia Barcelona para no volver jamás, no sin antes destruir los planos… ¿o quizá ocultarlos? Dejando una sentencia lapidaria: «¡Serán incapaces de terminarlo y capaces de dejarlo interrumpido!». Para todo ello, para contemplar lo que pervive, resaltar lo recuperado y desentrañar lo que no se evidencia al primer vistazo, están pensadas estas páginas que siguen su itinerario por los territorios del lenguaje gaudinista, asociado a conceptos de originalidad, fantasía y sentimiento; lenguaje que esperamos logre apasionar al lector.

Gaudí, la forja de un genio

Autor José María Fernández Chimeno
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Editorial CSED

José María Fernández Chimeno

José María Fernández Chimeno

José María Fernández Chimeno

Natural de Astorga (León), es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, y se doctoró en el Departamento de Historia del Arte (UNED).

El autor ha escrito su quinta obra literaria (cuarta novela histórica) y en esta ocasión, el novelista e Historiador de Arte, aborda la compleja personalidad del genial arquitecto catalán, Antonio Gaudí, con un sesudo trabajo de Investigador (Biblioteca Nacional de España) que, además de inédito, resulta del todo esclarecedor para la comprensión del Palacio Episcopal de Astorga y de la Casa de Botines de León. Las Actas municipales de ambos Aytos. nos permitirán descubrir nuevas e interesantes facetas. La propia deriva del protagonista en su tiempo, incomprendido y escasamente valorado por el inculto público en general y la sociedad conservadora en particular, no auguraba el reconocimiento que le reservaría la posteridad. Aún así, en este libro se recogen las variopintas vivencias de Gaudí, en un periodo que abarca sus estancias en tierras leonesas, entre Astorga y León (1888 / 1893). El lector tendrá en esta ocasión la oportunidad de descubrir en el último de los arquitectos-artesanos, no sólo las claves de La herencia del "lenguaje gaudinista", (inspiradísima, extemporánea y visionaria) que aparecen en el libro de J. F. CHIMENO, publicado por la Editorial CSED, sino también la enorme deuda que la arquitectura contemporánea española ha contraído –y quizá no saldada del todo–, con el genio que otrora fue, antes que magíster operis, un hombre atormentado por los azares que le tenía reservado el destino cruel.

El autor es miembro de la Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro de León.

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