Descripción
Prólogo de Borja Castellano
Es difícil, en ocasiones, comprender cuál es la verdadera esencia de un libro. Qué es aquello que nos enseña, de una manera en la que solo ese libro puede hacerlo. ¿No es esto, en definitiva, lo importante? Cada vez que termino un libro, sea una novela o un ensayo, sea un poemario o una biografía, me pregunto: ¿y bien? ¿Qué he aprendido? ¿Soy ahora distinto al de antes? Concluir negativamente no implica que el libro sea malo –ni viceversa–, tan solo, que he perdido el tiempo.
Hay, en cambio, libros en los que esas preguntas se contestan casi en cada página. Este es uno de ellos. Y eso que Blanca travesea con el lector. Disfruta, seguro, con su vaivén. Yo que la conozco bien sé que el humor la define tanto o más que su propio nombre. Y aventuro que es este humor el que la ha llevado a jugar al despiste exhibiendo una variedad contextual que incluye anécdotas, premoniciones, devociones, reivindicaciones políticas y patrióticas, historias familiares, adicciones, oraciones y hasta la reanimación por boca a boca a un gallo. Sí, sí, ¡a un gallo! Pero esto es, como digo, el juego de la autora. Una huella de amor y humor.
Para dejar estas huellas elige 3 formas definidas: historias, reflexiones y poemas.
Las Historias son anecdotarios. Algunas de ellas, por asombrosas o divertidas, rozan la ficción en la cabeza del lector. Qué cantidad de vivencias. Y qué sensación de que hay miles de ellas que deja de contarnos, tal vez por falta de tiempo para escribirlas, tal vez por discreción. Las Reflexiones, también en prosa, dan forma al segundo tercio del libro y nos revelan su proceso de pensamiento. En ocasiones torrencial, en ocasiones calmado. Pero siempre las conclusiones de estas reflexiones son tan sólidas, tan fundamentales, que son imposibles de obviar (Recuerdo: ¿Soy ahora distinto al de antes?). El libro lo cierran los Poemas, género en el que Blanca fluye naturalmente, porque lo ha hecho toda la vida y porque lo lleva en la sangre.
Como digo, a pesar de la variedad formal y a través de la variedad contextual, Blanca tiene muy claro de qué quiere hablarnos, y lo impregna en cada página. En ocasiones explícita, en otras más discreta. Quien bien la conozca no se sorprenderá. Pero yo, que la conozco y la quiero, no he podido dejar de revolverme ante la firmeza del sentido. Blanca es una mujer que ha encontrado su sentido. Y eso es tan carismático. Y se impregna en cada página. Y es un deleite y un regalo para los lectores.
¿Cuál es entonces ese sentido? ¿Qué es aquello en torno a lo que se solidifica este libro? No debería yo decirlo, pero lo digo. Porque es tan gozoso para Blanca que lo es también para mí, y para todos los que lean estas páginas. Esto es, la sensación de Dios. La huella de Dios en todo y en todos. Y con Dios en el centro: la observación, la valentía ante el devenir de la vida y el abrazo a la seguridad de la muerte. Qué carismático, repito.
Y desde ese centro que todo lo impregna, tantas enseñanzas que nos regala Blanca. Sirva solo como muestra: Por eso mi lema siempre es, ¡no juzgar! Sí el hecho, ya que puede ser bueno o malo, pero no a la persona, nos dice. Siempre que con un ojo ve algo negativo con el otro ve lo positivo, tal es su visión espacial. Y a pesar de todo, ¡Cada vez entiendo menos este mundo! Lo dice, piensa ella, desde el final del camino. Y yo, con la licencia de quien bien la quiere y la oportunidad de quien la prologa, le digo, nunca al final. Tan solo en el inicio o a lo mejor en el medio. Recuerde el lector la Divina Comedia: nel mezzo del cammin di nostra vita. Y si bien el trance de la escritura lleva a Blanca a pensar que debe estar en otro lado, no quiero percibirlo así en sus actos y sus reflexiones, llenos de amor y de humor.
Y son estas, sus huellas de Amor y Humor (con mayúsculas ambas), huellas de Dios en ella; y de ella, tras la lectura de este libro, en todos nosotros.
Borja Castellano
Conde del Campo de Alange
Valoraciones
No hay valoraciones aún.