Descripción
Diversión, sátira, esperpento, ¡Jo, qué tropa…! supone la renovación de la novela española por la única vía posible: la del entretenimiento.
Si por un lado esta novela recuerda el esperpento de Ramón del Valle-Inclán, por otro nos obliga a evocar las risueñas ficciones del maestro inglés del humor P. G. Wodehouse, sin olvidar el atrabiliario comportamiento del gordo Ignatius, de La conjura de los necios, a lo que podrían añadirse determinadas actitudes del también obeso Pickwick, del maestro Dickens.
“…Las duras tablas de los asientos de tercera infligían su castigo a los traseros y espaldas de los viajeros, los cuales aceptaban la incomodidad diversamente. Algunos sonreían con alivio, pues dejaran parentela en los andenes, siendo el sufrimiento actual en comparación muy llevadero. Otros, también acostumbrados, aunque en otro plano, al lado oscuro de la vida, mantenían prieto el tafanario y una expresión resignada que encubría su decisión de arrojarse por la ventanilla en el trayecto. No faltaba quien, en orden sibarítico, interponía entre la madera del asiento y sus apantalonadas nalgas una doméstica almohadilla que, en los kilómetros iniciales, prestaba a su propietario indiscutible confort, el cual terminaba sin embargo por disiparse durante el recorrido, no siendo ello óbice para que el resentido resto que le rodeaba se propusiera arrebatarle el ingenio con alguna socaliña. Pero el núcleo más numeroso era el directamente descontento, que volcaba su ira con expresividad en el desconocido y ausente director de la red férrea, sentado muelle en su despacho, y en el gobierno de la Nación, brutalmente insensible al forzar a la ciudadanía a viajar como ganado…
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