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La lengua del mirlo

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Descripción

Prólogo de Mª del Carmen Bobes Naves

La lengua del mirlo ha ganado destacadamente el XIX Premio de Poesía Ateneo Jovellanos, de 2009. Es un poemario atípico que incluye prosas poéticas y poemas líricos, trabados en una fuerte unidad. Esa unidad no procede solamente de un tono lírico general de melancolía, nostalgia y conformidad, que se advierte desde una primera lectura y que luego da paso a un pragmatismo lógico, no transcendente, apoyado en la cita de Jaime Siles, Soy mi materia, y sobre todo, en la más significativa, de Wittgenstein, Sentir el mundo como un todo ilimitado, es lo místico. La unidad del poemario tampoco se explica totalmente por una temática única que se centra en la naturaleza y en su visión desde una misma perspectiva de identificación, que es la personal del poeta; la unidad se asienta también y principalmente en una especial disposición interactiva de los motivos, que se anuncian en las prosas, y se deslizan textualmente, reiterando algunos términos, hacia los poemas; la unidad se cierra eficazmente, sin duda, en la función estructural de las prosas que sirven de marco de referencia semántico a los poemas que presiden. Unidad de tema, unidad de visión y unidad de discurso, hacen de La lengua del mirlo, una especie de amplio poema único.

Con el título que da nombre al conjunto, La lengua del mirlo, en una prosa poética de frases breves, de sentencias metafóricas casi continuadas, se suceden al principio evocaciones que parten siempre de la percepción visual de la realidad inmediata, a la que el poeta se asoma en un tiempo determinado, al abrir las puertas del pasado y que suscitan recuerdos en los que se funden, en un recuento detallado, las vivencias de su vida y una reflexión sobre la totalidad de la vida del hombre. Progresivamente se irán incorporando vivencias con sonidos, abiertas a la vida de la familia, del pueblo, del trabajo y de la cultura en un orden que va de lo natural a lo humano en todas sus dimensiones.

La naturaleza, sus árboles, los caminos, el bosque y el viento, en una visión humana, son la materia poética y componen, con una cierta reiteración, los motivos de un texto en el que se ofrecen una tras otra fotografías de una naturaleza de la que en principio ha desaparecido la presencia humana, y se mantiene sin sonido; las huellas del hombre que habitó ese lugar han desaparecido y el poeta intenta recuperarlas, asomado al brocal del día, en las aguas subterráneas, en las fuentes, en el río, en la arboleda; los vientos, las tormentas, las hela-das, los árboles que mueren por dentro, las nubes, las tierras, todo es silencio, es recuerdo y es presencia silenciosa, donde el poeta quiere buscar sentido, esperando la noche para poner en orden lo vivido. A partir del orden que impone el hombre va asomando la vida.

Detalles concretos van recuperando sonidos, que no palabras: el ruido de la puerta, como un aullido sucio y lejano del lobo, dispone la andadura del visitante, que vuelve después de muchos años de silencio, y se pone en camino hacia el viejo cementerio, bajo un cielo que es un pedregal, donde las nubes se abren, se desgarran y un archipiélago de lagos azules confunden la mirada; la nostalgia se adensa ante las lápidas del pequeño camposanto, al que se llega entre espinos: metáfora inmediata de la vida cuyo final es la tumba y cuyo camino se orla de espinas. La unidad temática es bien clara: es la trayectoria de una vida humana que termina en el pequeño cementerio de la aldea.

Muchos años de silencio, una campana sin voz, una visión nostálgica, que prolonga el silencio, y de repente la sacudida del silbo de un mirlo produce el milagro: todo cambia, porque los mirlos son capaces de repetir las palabras escondidas en las hojas. El título de la obra queda así presentado y sugiere una lectura guiada de los poemas. Éstos, encuadrados y presididos por las prosas poéticas, son testimonio de vida, son apuntes de recuerdos y vivencias que cobran significado en lo inmediato y dan sentido a la vida humana en su conjunto: son la materia, el mundo ilimitado al que un poeta señala límites.

El relato de la primera prosa poética sirve de pórtico para poemas que recrearán momentos vividos, que recogen quizá las palabras que el poeta oyó o formuló a lo largo de su vida en el pueblo ahora silencioso, que se animan con la lengua del mirlo: son el recuerdo, que reposaba entre las hojas, de familiares y amigos que yacen en el cementerio, en su silencio eterno: pasa el ser humano y lo que vio y lo que oyó permanece en la naturaleza, entre las hojas de los árboles, y que el poeta es capaz de verlo o recordarlo con el estímulo de la voz del mirlo.

Leemos los poemas como la concreción de esas evocaciones cuando el poeta se asoma al brocal del día / por si aún viven las aguas subterráneas, y afloran las palabras escondidas en las hojas, cuando el mirlo las evoca. Las aguas subterráneas existen: son palabras que irrumpen en metáforas anunciadas en la prosa que les sirve de pórtico: una tras otras, un poema tras otro van empedrando los versos en los que el pasado se asoma al presente.

Pero además de recuperar el recuerdo de las voces ante la vista del campo y de la casa, el poeta acumula sus lecturas y encuentra ecos visuales de Antonio Machado y su olmo viejo hendido por el rayo, con el ejército de hormigas que en hilera va trepando por él: se resucita el pasado, en sus voces, en sus movimientos, en su ser y en su apariencia con el árbol de tronco carcomido donde las hormigas han instalado su orden triste.

Los poemas y la prosa que le sirve de marco de referencias mantiene una interactividad continuada cuando se repiten los términos y las frases, cuando éstas evocan poemas de poetas, y se recrean nuevos poemas presididos por lemas que corresponden a otros poetas, a Ángel González, a Claudio Rodríguez, a Octavio Paz, a Pablo García Baena, a Emilio Alarcos…

La vinculación de la prosa poética inicial, que diseña el paisaje donde la inspiración con los recuerdos de la vida y de la literatura, se hace evidente en las citas textuales, supongo que intencionadas del primer poema que, como palabra viva, descubre que allí, en el lugar del corazón / levantan las hormigas su orden triste. Las hileras de hormigas que habitan el olmo añaden, sin cambiarse, una interpretación: “el orden triste”; frente a la esperanza machadiana del olmo seco que verá reverdecer sus hojas, el árbol podrido se convierte en el campo para el orden triste de la hormigas.

No es éste el único indicio que nos hace pensar que la prosa poética inicial es el panel que acoge los temas y hasta las metáforas del discurso, los recuerdos poéticos y las vivencias del autor, hay otros indicios que orientan la lectura: sin salirse del primer poema se repiten el musgo que cierra las grietas de las piedras: el musgo crece y va suturando las heridas de paredes y tejados. El mismo motivo se recupera al final del primer poema: el musgo que cierra las grietas de las piedras: no se trata solamente, como en el caso anterior, de repetir un motivo, también lo amplía, y todo lo acerca al último sentido: el musgo de las casas es el musgo del cementerio y es el musgo de la vida; los símbolos convergen hacia el significado textual único.

Cada uno de los poemas se desprende de la voz de su autor en un entorno de naturaleza a la vista, de sonidos recobrados por la lengua del mirlo, de evocaciones literarias que aportan el sentido último de la lírica. El poemario es una expresión de la originalidad y unidad de la visión del poeta que se sitúa en la creación literaria armado del conjunto de la visión lírica de sus poetas favoritos.

Sucesivas unidades temáticas, de vida y de poemas, en las que el poeta anuncia en la prosa los avances de su visión de la totalidad: la materia (Ascensión de la materia) que la naturaleza transforma para el hombre siguiendo ciclos de siembra, de siega, y culmina en el trigo; la vida que encauza la mujer en la familia, desde la cultura de la transformación y el sacrificio que imponen los Lares (La colada). Y finalmente el fuego, el agua, el viento, y  los placeres de la sagrada materia que se deja ver en los pájaros, en los cantos, en los cántaros, en lo natural y en lo humano: todo se integra en una unidad cuya expresión lírica se convierte en un poema: La lengua del mirlo.

El lector debe buscar las clases, las claves favorables a su lectura del conjunto: las frases de poetas que presiden diversamente los poemas, las prosas y los poemas en la sucesión y el orden desde el silencio hasta el último don de la ebriedad, cuando es posible beber la luz, oír el agua, seguir los surcos, en una resignada renuncia a la transcendencia: todo está aquí, y todo cobra sentido sin puntos de fuga buscados por el hombre.

María del Carmen Bobes Naves

Universidad de Oviedo

 

La lengua del mirlo

Autor Servando Cano Lorenzo
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Editorial AKRÓN

Servando Cano Lorenzo

Servando Cano Lorenzo

Servando Cano Lorenzo (Arbellales, Somiedo, Asturias)

Es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología. Hizo los cursos de doctorado de sociología en la Universidad de Oviedo. Después de cursar los estudios de Humanidades, Filosofía y Teología en el Seminario de Oviedo, amplió estudios en París en la “Ecole Practique de Hautes Etudes” de la Sorbona. Es licenciado en Ciencias Sociales por el Instituto Católico de París.

Durante varios años ha sido profesor de sociología y de política social en la universidad de Oviedo. En los últimos años de su vida laboral ha sido director de programas en la Fundación Municipal de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Gijón.

Ha publicado varios libros en el campo del análisis sociológico así como diversos artículos de opinión en el diario La Nueva España. Ha ganado en dos ocasiones el premio internacional de cuentos “Lena”: en el año 1971 con el relato Enviado especial y en el año 1980 con el cuento titulado El otoño del señor cura. Ha obtenido el primer premio de ensayo literario convocado por la Fundación Europa Universitas en el año 1991 con el trabajo titulado Vejez y espacio, o cuando los nenúfares callan.

 

La lengua del mirlo es su primer libro de poemas. En estos momentos está trabajando en la construcción de dos nuevos poemarios que espera terminar en breve. Ávido lector desde sus primeros años de estudiante, confiesa que no puede vivir sin beber en las aguas de la poesía de antes y de ahora. Hace suyas las palabras de Wislawa Szymborska:

La poesía, /pero qué es la poesía. /Más de una insegura respuesta /se ha dado a esta pregunta. /Yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro /como a un oportuno pasamanos

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