Descripción
TEMA O SAGA CON AMOR AL FONDO
Juanmaría G. Campal
Uno está en sus cosas y, ¡de repente!, te llama alguien que, más que un amigo, es un amigo mayúsculo y te invita a leer y prologar –así, como quien no quiere la cosa– ese milagro que representa no ya el que alguien dé el salto vital de la privada escritura a la pública literatura, sino que, además, ese arriesgado alguien que lo ha dado es un hombre de ciencia, un hombre de ciencia médica, un hombre salvavidas, vamos.
Entonces, así como se te acelera el pulso, así como que sientes aumentar tu tensión arterial y piensas en cuántos posibles lectores serán del tipo rápido, atleta o hambriento –de los que se saltan prólogos y otros añadidos y van directos a degustar la obra– y cuántos lo serán del tipo examinante o escrutador –de los que se leen desde la página legal o de créditos hasta el colofón– y, a la par, piensas en ti mismo –“incurable aprendiz de escribidor”–, y tarareas a la sordina el “¿Qué hace un chico como tú en un lugar como este?” de Burning, y, para aún más saberte y envalentonarte o camuflarte te refugias en esos versos de Juan Carlos Mestre en Amarillos, rosas, blancos naranjas, de La casa roja que dicen:
«… No importa que ustedes no sepan quién soy.
En un país donde la mitad se llama Pero Ese
y la otra mitad se apellida Quién Es,…».
Mas, considerando que el prologar un libro, como acto de la liturgia literaria, es un acto sacramental (en el sentido de acostumbrado, consagrado por la ley o la costumbre que fija el DRAE) antes de oficiar el tal, buscas consejo en varia doctrina y así, no encuentras conveniente seguir la del escritor mexicano Antonio Orduño que, en su Decálogo del presentador –(prologador)– de libros ajenos, en su cuarto punto, establece que “No debe haberse leído más que superficialmente el libro que se presentará”; que “Leer los libros que se presentan es una inelegancia”; ni tampoco la del escritor y académico argentino de la lengua Isidoro Blaisten, o Blastein, o Blaistein, que con los tres apellidos firmó sus obras, en sus 19 Consejos útiles para presentar un libro, de su obra Anti-conferencias, cuando deja escrito que: “El presentador no tiene que haber leído el libro previamente, para que la presentación gane en espontaneidad y frescura. Comenzará la misma así: “Un libro no necesita presentación. Y menos un libro como éste…”, y finalizará con: “He aquí una invitación a la aventura, a la novela, a su mundo”.
Dicho esto, confieso que: para el mejoramiento de mi ejercer este papel de presentador u oficiante litúrgico o comadrón o partero literario he recurrido también a lo que –en su prólogo a la conferencia de José María Merino, Cuento popular y cuento literario, titulado Técnica y ficción en el libro de las horas contadas, publicada en los breviarios de la Fundación Antonio Pereira– enseña al respecto el académico de la Real de la Lengua Española, el astur-leonés, Salvador Gutiérrez Ordóñez cuando, rememorando su ponencia Ejercitarás la competencia lingüística, dice:
“Difícil encomienda la de prologuista. Vive sometido a dos de las tensiones comunicativas y contradictorias propias de la pragmática. Por un lado, se halla bajo el imperio de la Ley de la hipérbole. Al igual que en la propaganda o que en las declaraciones de amor (“a las palabras de amor les sienta bien un poquito de exageración”, Machado dixit), en sus palabras el presentador ha de acentuar el tono encomiástico. De no exagerar, el receptor (ustedes, el autor), que en sus interpretaciones aplica el principio opuesto (la Ley de lítotes), efectuará una atenuación excesiva en la magnitud de lo que se comunica”.
Así pues, leída La musa de Lillo y las nieves, entro al meollo del mismo habiendo sonorizado previamente la estancia en que lo hago con el gran Tema de Lara que para la película Doctor Zivago compuso Maurice Jarre pues bien podría titularse este libro también Tema de Lillo, Tema de Nieves, Tema de El Bierzo o Tema de gentes, en cualquier caso, con el añadido “y el amor” o tal vez, quizá, Saga memoriosa o, por qué no, Imaginativa Saga.
Por todo ello, he optado, a la hora de escribir este proemio, por el tercero de los principios, en sí mismos contradictorios, de la pragmática, o disciplina que estudia el lenguaje en su relación con los usuarios y las circunstancias de la comunicación, es decir, por el principio de economía del lenguaje y, así, dejar que sean tan sólo algunas sensaciones, algunas notas, algunos apuntes que las páginas de la propia obra, que La musa de Lillo y las nieves, de Luis, me han producido a lo largo de mi disfrutado viaje lector por ella.
No voy, por tanto, a interpretarles, cual laico capellán, las escrituras, la obra de Luis, La musa de Lillo y las nieves. No. Tan sólo les diré que no me engañó la intuición al acoger entre mis manos esta obra para su lectura.
En precisa prosa salpicada de composiciones poéticas, este relato o novela no sólo describe profusa y minuciosamente los paisajes en que se desenvuelven las acciones de los varios personajes que pincelan los cuadros que la obra completan, sino también tanto el íntimo o psicológico sentir de estos como el exteriorizado por ellos.
Refleja así la breve obra más de medio siglo de la historia no solo de las geografías en que se desarrollan sus casi cinematográficas escenas sino de la comarca de El Bierzo todo, de la capital de España toda y de la nación toda.
Aun cuando ya desde el principio el lector, este lector, se ha preguntado si está ante el fruto de la memoria o de la imaginación y a su pasaje final continúa sin saberlo, ayuda a despejarlo el autor al traer, sin su voluntad, a la mente de este prologuista a Fernando Pessoa y su afirmación de que “El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente. Y, en el dolor que han leído, a leer sus lectores vienen, no los dos que él ha tenido, sino sólo el que no tienen”.
Sea imaginativo fruto, sea fruto memorioso, deléitese el lector con las páginas que siguen y dele al final gracias a La musa de Lillo y las nieves y a su autor y despeje a su personal criterio el, también cinematográfico, guiño con que Luis pretende vincularnos aún más a la ficción imaginativa…, o memoriosa.
Juanmaría G. Campal
ÍNDICE
Tema o saga con amor al fondo, 11, por Juanmaría G. Campal
I – En el pueblo de Lillo, 17
II – Nieves, 33
III – En la capital, 45
IV – Nieves y Benito, 57
V – Reflexiones y reencuentros, 73
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