Descripción
Prólogo de Juan Manuel Marttínez Valdueza
Amigo lector, tiene en sus manos una nueva entrega –fiel a su cita anual– de Luis Fernández Terrón, y es probable que se sorprenda por su contenido: Poemas en la luz… y algo más, cuando quizá lo que espera de él es otro relato, como nos tiene acostumbrados, reflejo de esta sociedad nuestra e invitándonos, como es su costumbre, a no olvidar las cuestiones esenciales y universales que acompañan al ser humano desde siempre y le dan sentido a su vida.
Pero si reflexiona un poco es posible que llegue a la misma conclusión a la que he llegado yo. ¿Poesía en tiempos revueltos? ¿Poesía en tiempos prosaicos? Estoy seguro de que este es un buen camino, un buen carril por el que transitar en momentos saturados de inseguridad y de irascible insatisfacción para la mayoría, y en un tiempo en el que solamente algunos perciben con claridad –y con angustia– lo que realmente está ocurriendo y que tiene tintes de cambio de Era, como lo fue en su día la paulatina salida de la Edad Media, cuando la razón le gana el pulso al oscurantismo, o de la Edad Moderna, cuando la igualdad y los derechos luchan a brazo partido con sus injustos antónimos… y que nos trae hasta aquí, hasta este momento enmarañado donde resulta imposible discernir lo bueno de lo malo –que no el bien del mal–, siendo que los valores ¿? de cada cual hace tiempo dejaron de ser tangibles.
Fernández Terrón hace ahora un alto en el camino y se vuelve hacia sí mismo. En el momento justo. La poesía no puede definirse sino como un estado especial de uno mismo. La otra mirada de uno mismo que emerge en palabras que no buscan sentido fuera sino que lo llevan puesto. Palabras que, más allá de lo que nos quieren decir –si es que quieren decirnos algo– generan sensaciones únicas en cada uno de nosotros, de los que las leemos con interés o con desidia –la desidia gana por goleada, y no por la poesía sino por quien se acerca a ella, qué le vamos a hacer, que lo mismo pasa con la música clásica o con el ajedrez–. Mal favor han hecho y hacen a la poesía los poetas que la han usado y usan a la moda, sea o haya sido esta estética, política, existencial o evolutiva. Ellos son los responsables máximos del desamor a la poesía, de su desafecto a priori, de la sonrisa displicente de tantos.
El silbido del viento, la ausencia, la infancia, el Bierzo, la mina, los lamentos y el llanto, la ignorancia atrevida, la anciana, los corazones, los recuerdos, sentires y silencios, la muerte, el alma, las lágrimas del desamor, el poeta, el invierno, la compañía, la ciencia, el destino y la casualidad, otra vez el amor, esta vez sin fronteras, los anhelos mundanos, la luna, los sentimientos, la luz, los amantes, la noche, las maragatas, otra vez el amor, esta vez maragato, los besos y caricias, deseos, miradas, sonrisas, las estaciones de amor, ellas, las flores, Blancanieves, dar, volar, soñar, las rosas, el progreso, Astorga, poemas en la luz… palabras, cartas de una baraja imaginaria con la que juega Luis Fernández Terrón para transmitirnos su mirada íntima en este momento tan oportuno para que podamos sobrevivirlo, sobrellevarlo pudiendo o sin poder, sin el rojo o el azul con que quieren pintarnos algunos nuestras caras…
Pero Luis no lo puede evitar y al final, al final, hay algo más, como recoge el título de este libro. Ese algo más que, a pesar de todo, está presente: el anhelo de España, de Astorga, el recuerdo al amigo muerto, la justicia, la solidaridad, la esperanza… breves artículos que a lo largo del año ha ido esparciendo por la prensa y que ahora están aquí, a continuación de sus poemas.
Y para terminar, amigo lector –permítame de nuevo esta licencia que expresa mi deseo de serlo– Luis ha cerrado su trabajo con veinte frases, no lacónicas, sino por el contrario muy de andar por casa, veinte mensajes que nos muestran su vocación de echar una mano a los demás más allá de su despacho de médico de familia. Yo elijo una: Sin esperanza: nada valemos, nada somos.
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