Descripción
Prólogo de Juan M. Martínez Valdueza
Pocas veces resulta tan placentero como en ésta el poner unas líneas al principio de un trabajo, que despierte el interés del lector y sirva de cordial invitación para su lectura. Y eso por varias razones, no siendo la menor la personalidad del autor, de obligada referencia para aquéllos que se acercan a él por primera vez, y que estoy seguro de que habrán de ser muchos.
Uno está acostumbrado a saber de personajes así a través de los medios de comunicación, que nos traen, entre la maraña informativa del desastre puntual, los desencuentros y las cuitas políticas, de vez en cuando, lejanas vidas ejemplares que suenan a música celestial, por lo inusual, en este mundo acelerado, materialista y malhumorado.
El poder disfrutar de la proximidad y presencia física de una de esas vidas ejemplares es, por tanto, un privilegio para algunos de nosotros. Privilegio del que, algún día, muchos tendrán noticia, seguro que atropellada, y que se abrirá paso en los medios citados.
El doctor Fernández Terrón ha querido dar un paso más en su tarea de entrega a los demás, que desarrolla en el ámbito de la medicina próxima a las personas que son sus pacientes, y ha elegido la palabra. Con ella, peleándose con ella, trasciende el ámbito estricto de la intimidad, siempre dolorosa, de la enfermedad y el ocaso de unos, para involucrarnos a todos los demás. A los que desde la plenitud de facultades ven la decadencia como algo ajeno, y a los que desde la consciencia de su propia finitud esperan respuestas a preguntas que todavía no se han formulado. También a la sociedad, refugio último del desamparo en un mundo de corazón helado.
Este libro tiene dos partes bien definidas, a las que nuestro doctor pone título certero. Porque, efectivamente, en los relatos que conforman la primera, Relatos con melodía, ésta última es, como en la música, el tiempo. Las cinco historias, en las que los tantos de ficción y de realidad el lector sólo puede suponerlos, es el transcurrir del tiempo en la vida de sus personajes el que soporta lo que, en definitiva, es el intento del autor por transmitir el compromiso con los valores que en ellos se plasman. Tampoco carecen los relatos de armonía siendo que, en todos ellos, los citados valores se convierten en acordes haciendo del conjunto algo muy grato para el oído y para el corazón.
La segunda parte, Escritos con sintonía, recoge diversas reflexiones del autor sobre diferentes cuestiones, hasta ocho, y que están en coincidencia con los valores puestos de manifiesto en la primera parte del libro. En perfecta sintonía, como no podía ser de otra manera.
¿Y de qué valores estamos hablando?
En este punto, querido lector, habrá de ser usted quien le ponga el cascabel al gato a lo largo y después de la lectura de las páginas que siguen. La magia de la palabra escrita reside en que siendo una la expresión del autor, las reacciones son tantas como lectores se acerquen a ella, multiplicándose las descripciones, sensaciones o insinuaciones, a veces sólo apuntes, que pasan a ser señales en el camino que cada uno recorre en solitario con su lectura.
Del mismo modo que no le recomiendo a ustedes, de forma general, la lectura de una obra comentada, a pie de página, por alguien que no sea su autor, en el estilo tan generalizado de arrimar ascuas propias a sardinas ajenas, que así Leopoldo Panero se convierte en un bermellón reprimido y Sofía Casanova en nacionalista gallega en ejercicio, del mismo modo, digo, les ahorro en estas líneas mi personal interpretación del fondo y de la forma de este libro.
Aun así, y para que no quede duda, les diré que comparto con el doctor Fernández Terrón la mayor parte de su escalada por la recuperación de valores esenciales lamentablemente hoy devaluados, tanto en lo que se refiere a la mundana vida personal como a sus ámbitos espiritual y social. Queda en el aire, en el mío al menos, la eterna cuestión del huevo y la gallina. Intentar despejarla ha llevado a la Humanidad a más de un peregrino desastre y no seré yo quien llegue más allá de contemplarla del modo en que lo hago con las estrellas en una noche de verano: con humildad y aceptando mis propias limitaciones para comprender tanta majadería en forma de estupendas y modernas teorías empeñadas en explicar lo inexplicable.
Por ello, al final de estas líneas vuelvo al principio. Poder estar cerca de Luis Fernández Terrón es un privilegio. El doctor es un espejo en el que no estaría nada mal que más de uno nos mirásemos de vez en cuando.
Que ustedes lo disfruten.
INTRODUCCIÓN, por Luis Fernández Terrón
En varias ocasiones, unas cuantas personas, me han comentado que se han quedado sin alguno de los primeros libros publicados. Movido por eso y realizando un nuevo esfuerzo, he decidido presentarles esta edición que aglutina los cuatro primeros relatos y los últimos escritos o artículos de opinión. También, me ha dado la oportunidad para hacer correcciones en errores de imprenta y de otro tipo.
Como muchos de ustedes saben, “cuentos con poesía” fue mi primer libro publicado e incluía dos breves relatos titulados: “El minero y el ratón” y “El rey Juc”. En el prólogo que realicé en dicho libro, hacía alusión a mi maestro de escuela y a unos sabios versos que con frecuencia nos animaba a recitar: Es puerta de la luz un libro abierto, entra por ella niño… Con el paso de los años he podido comprobar que, efectivamente, las puertas de un libro dan más luz que muchas otras cosas juntas.
En “El minero y el ratón”, el padre José narra a su hijo la curiosa relación que se establece entre un minero llamado Siul y el ratoncito Martín. Cumpliendo así con la promesa de contarle un cuento escrito por él mismo.
En “El rey Juc”, un príncipe heredero comprobará los sacrificios y adversidades que hay que vencer para un justo ejercicio del poder.
Luego publicaría “El sueño de un cuento”, en el que participaban con escritos previos doña Celia Fernández, doña Natalia Nistal (ambas profesoras) y don Santiago Ramos (periodista).
Doña Celia lo comenzaba con una referencia a la siguiente cita de Aristóteles:
«…la amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas.»
Continuaba valorando la importancia que tienen la amistad y la familia y lo finalizaba con un pequeño relato árabe sobre la amistad…
Doña Natalia escribía:
«Luis cumple su sueño que es promesa. Promesa que quiere ser un humilde canto a la amistad, a la familia y a la grandeza de las pequeñas cosas. A lo largo del relato, escuchamos la voz de las pequeñas cosas y de los grandes momentos…»
Don Santiago, en un escrito titulado “Escribir detrás de la medicina”, se refería a los médicos que han sido escritores relevantes:
«Alguno de ellos, Antón Chejov, llegó a afirmar: …la medicina es mi esposa legal y la literatura mi amante. Otros, Pio Baroja, Luis F. Celine o Arthur C. Doyle. Todos, desde los más grandes a los más pequeños, tienen en común la búsqueda de los mundos mágicos que habitan detrás de la cortina de las palabras…»
En el tercer relato, “El camino de un amor entre mares”, el prólogo sería escrito por una persona muy querida, gran profesional del periodismo y que desgraciadamente ya no está físicamente entre nosotros, doña Maite Almanza. Se refería a mí como un hombre comprometido:
«…ejerciendo la profesión de médico y con la literatura, pretendiendo aliviar, en parte, el dolor ajeno de aquellos que ni siquiera conoce.»
Seguía diciendo que,
«…en “El camino de un amor entre mares”, dos personas se rinden a la evidencia de que sus respectivos matrimonios están acabados, se encuentran e inevitablemente se enamoran. Están separados por el espacio físico que marcan el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico y deberán recorrer un camino plagado de dudas y de señales para averiguar si su amor es verdadero y si cuenta con el consentimiento divino…»
El sacerdote don Enrique Martínez hacía una introducción en la que expresaba la importancia del amor para la vida de las personas.
«La antropología de raíces cristianas afirma que la persona sólo se puede conocer de modo adecuado a su dignidad, cuando es amada…»
En el cuarto relato, “El resplandor del juramento hipocrático”, el prólogo lo escribía el médico y presidente de la AECC en León, don Serafín de Abajo. Después de hacer referencia a mi persona, seguramente sobrevalorada por la amistad que nos une, lo define como:
«…casi poético, lleno de sensibilidad. Describe la historia de un médico de pueblo, adornado de virtudes como ser humano y que al final de su vida profesional, tras un ingreso hospitalario, descubre capítulos de su pasado amoroso y profesional. Además, encuentra una íntima y sincera amistad con un periodista…»
La introducción era realizaba por la periodista y la voz de Astorga y comarca, a través de las ondas de la cadena Cope, doña Cristina Fernández. Escribía:
«…el autor nos lleva de la mano de don Ernesto Santalla, médico rural, para narrarnos una historia de amor o mejor dicho, de amores a sus mujeres, familiares, pacientes, amigos y compañeros de profesión…»
La finaliza, remarcando una frase del autor que aparece en el relato:
«…en el otoño de la vida, parecen rebrotar las cosas y seres destacados que crecían en la primavera de la misma.»
A todos ellos, darles infinitamente las gracias por su participación, por las amables palabras que me dedican y sobre todo, por su amistad. También están incluidos, en esta sincera gratitud, don Martín Martínez y don Juan Manuel Martínez Valdueza.
Igualmente, deseo trasmitir mi agradecimiento a todas las personas que, a lo largo de este tiempo, han participado solidariamente con la compra de estos pequeños libros. Todos ellos escritos con mucha ilusión, cariño, amor y cargados de esperanza.
Finalizo con esta frase: la solidaridad lleva siempre luz y esperanza. El egoísmo lleva oscuridad y es tan negra que, al que lo padece, no le deja ver ni un poquito más allá.
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