Descripción
UN HOMBRE CONTRA UN CONTINENTE: JOSÉ ABASCAL, REY DE AMÉRICA 1806 – 1816
Juan Ignacio Vargas Ezquerra
ÍNDICE
PRÓLOGO, por Antonio Ramón Peña Izquierdo, 9
INTRODUCCIÓN, 15
CAPÍTULO I. UNA DILATADA CARRERA DE SERVICIO AL REY (1762-1804), 25
Servicios de milicia y administración por América, África y Europa, 26 – Nueva Galicia, su escuela política, 28.
CAPÍTULO II. LA LARGA MARCHA AL PERÚ (1804-1806), 31
El apresamiento y sus consecuencias, 32.
CAPÍTULO III. LAS INICIATIVAS DE UN MINISTRO ILUSTRADO (1806-1808), 35
La elite social peruana, 36 – Los aristócratas, 43 – Los mercaderes y terratenientes, 46 – Los eclesiásticos, 51 – Políticas de orden interno, 55 – La vacunación antivariólica del Virreinato, 55 – El cementerio extramuros capitalino, 56 – El Colegio de Medicina de San Fernando y el Jardín botánico, limeños, 58 – Los colegios de San Pablo, del Cercado y de Abogados de Lima, 60 – Políticas de orden externo, 61 – El socorro a Buenos Aires, 61 – La fábrica de pólvora de Santa Catalina, 65 – El arma de Artillería, 65 – La defensa perimetral de Lima y El Callao, 66 – Los Reales Ejércitos del Perú, 69.
CAPÍTULO IV. LA SAGACIDAD DE UN POLÍTICO (1808-1810), 79
Los sucesos en Europa, 79 – Las repercusiones en Hispanoamérica, 81 – Los intentos de injerencia francesa, 82 – El complot carlotista en Suramérica, 84 – La rápida y firme respuesta de Abascal, 87 – El juramento al Rey, 88 – La marcha de la economía y la ayuda a España, 91.
CAPÍTULO V. LA CONVICCIÓN DE UN VIRREY (1810-1816), 101
Los alzamientos revolucionarios y las contraofensivas virreinales, 105 – Quito y las revueltas neogranadinas, 109 – Las conspiraciones dentro del Virreinato, 119.
CAPÍTULO VI. LA DEFENSA DE AMÉRICA, 133
Chile, la puerta de atrás, 133 – La inexpugnable muralla del Alto Perú, 144 – La rápida escisión del Paraguay, 176 – Montevideo, la última esperanza realista en el estuario del Plata, 177 – Buenos Aires, el paradigma de una oligarquía revolucionaria, 179.
CAPÍTULO VII. CONSECUENCIAS DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812, 189
La Constitución y sus consecuencias, 189 – Los representantes peruanos a Cortes, 191 – La Carta Magna, 196 – Las intrigas gaditanas, 198 – El progresivo protagonismo de los cabildos, 200 – El poder judicial, 210 – La libertad de prensa, arma de doble filo, 217 – El universo de las ideas, 224 – El mundo religioso, 228.
CAPÍTULO VIII. MISIÓN CUMPLIDA, 239
La restitución del absolutismo monárquico y la vuelta a la paz, 239 – Las postrimerías del virreinato de Abascal, 242 – El regreso a casa del “Rey de América”, 246.
FUENTES HISTORIOGRÁFICAS, 255
Bibliografía, 255 – Hemerografía, 262 – Archivos consultados, 271.
ÍNDICE ONOMÁSTICO, 273
Prólogo, por Antonio Ramón Peña Izquierdo [1]
Durante la segunda mitad del siglo XX la historiografía –con independencia de la línea ideológica que escojamos– desvalorizó las acciones y conductas de las personas individuales y su capacidad para intervenir y cambiar la historia, para concentrarse en el estudio de los grupos sociales como motores de la historia. Pero no puede negarse que la historia –cualquier historia– es mucho más que un conjunto de acciones llevadas a cabo por grupos humanos. Hay fechas, acontecimientos y sucesos que están marcados por la intervención de personas concretas.
Hay hombres que marcan el devenir histórico de comunidades, pueblos e incluso de naciones. Así sucedió con Alejandro Magno y Julio César, con Carlos V y Lutero, con Hernán Cortés y Napoleón o con Abraham Lincoln y Martin Luther King. Cuando la humanidad da a luz a un personaje de este tipo, para bien o para mal ya nada vuelve a ser lo mismo.
Éste es el caso del virrey del Perú José Fernando de Abascal, un idealista pero también hombre muy práctico que supo comprender la época que le había tocado vivir y penetrarla intentando cambiar la historia. Abascal observó y examinó cuál era el problema de su tiempo, reflexionó sobre ello, propuso soluciones y las llevó a cabo.
El problema principal que Abascal analizó fue la crisis dinástica española de 1808. Y determinó que el origen del problema era el enloquecido desvarío en que había caído Europa occidental con la revolución francesa de 1789. Contra esta situación diseño y ejecutó un proyecto y plan formando un bloque de legalismo, que abarcaba de Perú a Brasil, y que le permitió operar sobre las bases constitucionales de la Monarquía Hispánica, frenando los procesos independentistas que ya estaban en marcha y que eran apoyados por las principales potencias occidentales: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Portugal.
Pese a sus poderosos enemigos Abascal no se resignó, se defendió e incluso pasó a la ofensiva con decisión, iniciativa y energía propias de hombres no acomodaticios, con personalidad, criterio y capacidad. Es así como Abascal fue capaz de reconciliar a hombres y grupos heterogéneos reunidos en un partido americanista y criollo, favorable al sistema constitucional español.
No todos los virreyes y gobernadores hispanos le siguieron. La actitud general entre estos gobernantes fue dejarse llevar por la marea revolucionaria independentista para no ser arrastrados y destruidos por ella. Muchos fueron los que decidieron ir con los tiempos y ofrecerse dóciles y sumisos al enemigo. Éste es otro de los valores de la biografía que el lector tiene entre sus manos.
Alrededor de la figura de Abascal van siendo dibujados los diversos personajes de la época y grupos políticos, económicos, sociales y culturales a los que el autor va situando en el espacio-tiempo hasta darles color. Es así como Juan Ignacio Vargas va construyendo un cuadro multidimensional que trasciende al género biográfico al uso.
La primera dimensión es estrictamente biográfica, centrada en José Fernando de Abascal y en su devenir personal. Éste es el eje que dota de unidad a toda la obra. A partir de él surgen las demás extensiones. La segunda dimensión a señalar es la internacional, que nos sitúa en una época y en la que se entrecruzan gobernantes y personajes del más diverso pelaje, así como países y estados. A partir de aquí Juan Ignacio Vargas desarrolla la tercera dimensión que es la Monarquía Hispánica, a la que va desgranando a través de sus diversos territorios (europeos, americanos y asiáticos) entrando en la cuarta dimensión, la regional y local (los virreinatos americanos).
Mediante estas cuatro dimensiones Juan Ignacio Vargas va presentando los problemas, desmenuzando sus tramas, mostrando y explicando orígenes, causas y consecuencias; qué, cómo y por qué; fines y medios.
Hombres como Abascal no tienen enemigos humanos porque este tipo de hombres son capaces de enfrentarse a todos y a todo y… triunfar. Para este tipo de hombres el único enemigo es –como decía Ezra Pound– el tiempo interno, único e intransferible. Abascal falleció en Madrid en 1821, cuando algunos de los antiguos territorios americanos de la Monarquía Hispánica ya se habían independizado (por ejemplo buena parte de la Capitanía de Venezuela, del Virreinato de Nueva Granada, de la Audiencia de Quito, del Virreinato de la Plata).
Sin embargo el proceso independentista no debemos considerarlo como el fracaso de Abascal porque sin este gran hombre, sin su claridad, sin su ímpetu y presteza el camino iniciado en 1808-1809, con las primeras juntas independentistas, hubiese ocasionado el inmediato desmoronamiento del sistema constitucional español.
Es cierto que la acción político-militar de Abascal no frenó el proceso juntero (Caracas, Cartagena, Buenos Aires, Santa Fe, Paraguay) pero sí lo contuvo tanto política como social y geográficamente hasta ser, los independentistas, desacreditados y desprestigiados y sus movimientos quebrados y deshechos por los propios americanos, que se vincularon a la autoridad legalmente constituida.
Puso, así, Abascal las bases para la defensa de los intereses de la Monarquía Hispánica durante los siguientes veinte años. Por ello hay quien dijo de él que como el Cid, triunfó aun después de muerto.
Dr. Antonio Ramón Peña Izquierdo
Coordinador Científico de Akrón
Barcelona, 14 de julio de 2009
[1] ANTONIO RAMÓN PEÑA IZQUIERDO. Doctor de Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad de Barcelona.
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