Descripción
Traducción e introduccion: Rafael Renedo Hijarrubia
Prólogo: José María Sánchez de Toca y Catalá
PRÓLOGO
José María Sánchez de Toca y Catalá[1]
A finales de la década de 1970, un submarino espía norteamericano que patrullaba los fondos del Estrecho de Behring descubrió que el suelo de la plataforma continental frente a la desembocadura del Yukón aparecía rastrillada como por dedos de gigante. La subsiguiente búsqueda de lo que hubiera podido provocar aquellos grandes surcos en el limoso suelo marino se vio premiada cuando el submarino fue testigo de un fastuoso ballet acuático: Las grandes ballenas en ruta hacia el Ártico bajaban hasta embutir el morro en el limo del fondo; abrían la boca para ingerir los ricos aluviones del Yukón, en los que bullía su alimento preferido, las quisquillas, y cuando habían ingerido todo lo posible, subían a superficie a expulsar por la nariz unos potentes chorros de líquido sobrante.
Que estos cetáceos, mamíferos de respiración pulmonar, bajaran hasta los 40 metros de profundidad para escarbar los fondos marinos antes de volver a superficie era un hecho hasta entonces perfectamente desconocido para todos, incluso para los balleneros, hasta que fue publicado por la prestigiosa revista estadounidense Scientific American.
Pero lo más sorprendente del descubrimiento era que Santa Hildegarda de Bingen, una humilde monja alemana que nunca vio el mar y que siempre vivió tierra adentro, a orillas del Rin, ya lo había dicho en la Physica a mediados del siglo XII:
Día y noche, las ballenas buscan alimento en la superficie y en el fondo del mar… Cuando la ballena ha tragado mucho, así engrasada y cebada, apenas puede moverse de un lado a otro. Entonces se levanta un poco y emite espuma por la boca, escupiendo fuera un poco de lo que ha comido, y de esta manera se alivia.
Éste es el prodigio continuo que ofrece la Physica de Santa Hildegarda desde hace nueve siglos: un saber distinto, original, con puntos de vista y afirmaciones sorprendentes, en las que a veces se halla un descubrimiento científico reciente expresado en lenguaje sencillo.
La Physica de Santa Hildegarda de Bingen estuvo oculta muchos siglos hasta que a mediados del siglo XIX el canónigo Migne publicó la primera edición crítica en su ingente Patrología Latina. Pero aún tendrían que pasar cien años hasta que en la segunda mitad del siglo XX, un médico austríaco, Gottfried Hertzka, aficionado a la Historia de la Medicina y que había curioseado a Hildegarda en su juventud, en la carencia de medicamentos de la postguerra mundial recurrió a los sencillos remedios hildegardianos con impresionante eficacia. Surgió un incontenible interés por Santa Hildegarda y la Physica empezó a traducirse a lenguas modernas a fines del siglo XX. Ahora, gracias al benemérito esfuerzo de Rafael Renedo que la ha traducido de la edición latina de Migne, Akrón la pone a disposición de los lectores de lengua española.
Poner la Physica en español ha sido un gran esfuerzo, pero también un logro perdurable de alta cultura. A la Physica la citan muchas veces los historiadores de la Medicina, pero como en realidad nadie la había leído, un historiador la cita como “San Gil de Garde”, y hay otros que atribuyen sus obras al “saber popular de su tiempo” o “a un compendio de medicina medieval”, ignorando el hecho de que en la Alta Edad Media alemana, la medicina popular estaba teñida de magia pagana, y que sólo los poderosos recibían atención médica profesional, basada en conocimientos de origen árabe o judío. Nada de ello se parece ni por asomo a las claras afirmaciones cristianas de Hildegarda.
Hildegarda no ha copiado los textos médicos de la antigüedad grecolatina. Su experiencia vital tampoco pudo ofrecerle oportunidad de adquirir saberes tan difíciles y especializados como el comportamiento y hábitos alimenticios de las ballenas. Lo que escribe Hildegarda en la Physica no procede de su experiencia, pues mil vidas no hubieran bastado para acopiar semejante acúmulo de saber sobre las capacidades curativas y dietéticas de plantas, animales, y minerales. La Physica tampoco es una invención arbitraria producto de una fantasía desbordada: hay fundamento para sospechar que la Ciencia moderna, sin mencionarla, acude a ella cuando quiere explorar nuevos caminos. Como podrá comprobar el lector, lo que dice Hildegarda funciona.
La Physica de Santa Hildegarda que hoy aparece por primera vez en español no es un libro de medicina, sino una especie de resumen de la Creación, que describe la naturaleza esencial de las cosas creadas y la utilidad para el hombre y sus animales domésticos de las criaturas más corrientes –plantas, animales y minerales–. La Physica habla de las criaturas comunes que uno puede encontrar en un paseo, en el patio o al borde del camino, aunque se ocupe también de animales que hoy tenemos por míticos, como el unicornio, al que describe con la misma fría precisión que a la gallina o a los ratones: una especie de caballo pequeño que tiene un cuerno vuelto hacia atrás.
Hildegarda no propone bebedizos ni pociones mágicas. Se dirige personalmente a cada tipo de enfermo (“si alguien está aquejado de…”) para decirle en imperativo lo que tiene que hacer: Machaque, caliente al sol, cueza, filtre, haga tisanas o pomadas, póngase unas plantas sobre el párpado o sobre la herida, y todo con gran preocupación por la higiene.
La Physica no comparte los mitos dietéticos del mundo moderno, y da la impresión que escribe precisamente para moderar los excesos (y defectos) de nuestra alimentación. Como Hildegarda siempre sorprende, a cambio recomienda repetidas veces la cerveza y el vino, y brinda un remedio universal de alta eficacia en un antepasado del vermut.
Tampoco asegura una curación mágica, inmediata, sino que precisa en cada caso el grado de curación posible: “sanará”, “tendrá mejoría” o “sanará si Dios quiere”.
Tal vez sea significativo que el interés por las obras de Santa Hildegarda, y entre ellas, por la Physica, haya despertado casi simultáneamente en las principales lenguas modernas de Occidente al alba del tercer milenio. Poner este libro en español es un aporte importante, me atrevería a decir que esencial, para la cultura española de nuestro tiempo, o tal vez de un tiempo que aún esté por venir, en el que la salud se confíe más a la alimentación equilibrada y los remedios naturales que a la química o la cirugía.
Pero en todo caso el lector va a gozar con su lectura una aventura apasionante que no le dejará insensible. Aprenderá mucho, disfrutará con muchos conocimientos insospechados y seguramente, también, encontrará buenos consejos para su dieta, su salud y su vida. Santa Hildegarda nos aporta en esta obra el gozo intelectual de puntos de vista insólitos, un poderoso estímulo a la curiosidad científica y, finalmente, y no es su menor gracia, una provechosa lectura espiritual que el esfuerzo de Rafael Renedo y la inteligente política de Akrón han puesto a disposición de los lectores de lengua española.
Lector, aquí hay lectura y consulta para mucho tiempo. ¡Que aproveche!
[1] JOSÉ MARÍA SÁNCHEZ DE TOCA Y CATALÁ. Doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, General del Ejército Español y escritor. Ha publicado varios libros, entre ellos Los Profetas de la Piel de Toro en esta misma Editorial.
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